Me encontraba en esa espeluznante etapa de la vida que es el fin de la pubertad y el comienzo de la adolescencia. Como si los horrores naturales del crecimiento hormonal no fueran suficientes, me encontraba recién llegado a un centro educativo escolapio, donde ya había estado años atrás, y que había dejado por traslados familiares varios.
Tal vez algunos recuerden gratamente esos años. Yo no. El novato casi nunca se integra bien a las manadas de machos en donde las jerarquías ya están establecidas, y pasa a ser el último del escalafón salvo que intente batir a los cabecillas en franca lid (llámese deporte de competición, llámese gresca de patio). A este pubescente le quedaban más cerca las letras que los balones, ni hablar de los puños. Lejos del amparo social, me encontré con una grata satisfacción: una enorme y bien surtida biblioteca, cuidada por una amable mujer entrada en años, que había dedicado toda su vida a esa labor. A cambio de un rato de charla, ella me dejaba deambular por entre los cientos de tomos a mi placer.
Fue allí donde lo encontré.
Era un tomo de cuentos de horror, en edición rústica, con mal diseño y regular selección. Salvo por uno, el sexto cuento: La Cosa en el Umbral, una increible historia de brujería, transmigración de mentes y traición que me tuvo soñando cosas imposibles durante un par de noches. En las vacaciones me adentré en una biblioteca pública para buscar más. Los Mitos de Cthulhu. La Sombra sobre Innsmouth. El Horror de Dunwich. Hice por mi cuenta una lista esquematizada del panteón lovecraftiano. Amplié el repertorio de relatos con los autores del círculo de Lovecraft. En pocos meses ya tenía memorizados nombres con muchas consonantes que invocaban a deidades ultraterrenas, y tenía un grupo de compañeros con quienes compartir las inquietantes dudas sobre aquello que reposa en los abismos marinos.
A lo largo de estos años, las noches en vela repasando las visicitudes de Randolph Carter o revisando las menciones místicas de Kadath la Desconocida han sido mi bautizo. Los tormentos afligidos a decenas de jugadores de rol en escenarios cthulhianos han sido mi eucaristía. Y en este blog hago mis votos cultistas al profeta de Providence, día tras día.
Y ahora te pregunto a ti, que me lees... ¿cómo entró Lovecraft a tu vida?
Pues la mía fue un poco accidental.
Recuerdo allá por el año 85 cuando Espinete había desbancado a Caponata, cuando no se pensaba más en Naranjito sino en Pique, cuando el Glam (y no el hotel) estaba de moda, cuando Boy George empezaba a decaer para abrirle paso a Madonna que en televisión pasaron la película Mazes and monsters (http://www.imdb.com/title/tt0084314/)
en la que un jovenzuelo Tome Hanks se enloquecía con un curioso juego de tablero lleno de dados, figuras y detallitos que eran completamente nuevos para mi. Yo me quedé fascinado con eso y como no tenía ni puñetera de dónde encontrarlo, inventé mi propio laberinto. Hice tarjetas, hice una especie de heráldica para ciertas casillas del laberinto y con toda la ilusión comencé a jugar con mi padre.Pero definitivamente fue un fracaso. Así que mi "laberinto" pasó a mejor vida.
Años después, por ahí en el 92 ó 93 mi amigo Hector, el proveedor oficial de juegos de ordenador, me dejó un interesante juego de una casa embrujada... "Alone in the dark". Poco a poco fui resolviendo asuntos... los ghouls del ático, los objetos de la sala la chimenea arriba, el corredor con las flechas, la biblioteca y su habitación secreta, pero cuando tomaba esos libros y leía Hastur, Cthulhu, Yog Sothoth etc, no tenía ni puñetera idea de qué me hablaban. Así de claro.
Continué con el juego pero al meterme en el tunel del sótano nunca supe qué hacer contra el pseudo Cthonian con cara de boa constrictor pixelada y decidí abandonar el juego.
Años después, exactamente en mayo del 85, cuando ya mis padres comenzaban a presionarme para que trabajara en las horas libres de la universidad decidí hacer dinero vendiendo las aspiradoras multiusos con depósito de agua marca Rainbow. Vamos, era igual de sectario que el Amway, típica empresa yanqui con sus clínicas de ventas para motivar hasta el conserje y nunca tuve éxito vendiendo aspiradoras. Luego de un mes sólo ahorré porque iba a casas de mis amigos a hacerles una demostración a sus madres y de paso hacerles una limpieza exhaustiva. Así pude ahorrar un poco de dinero.
Y como en nuestros primeros trabajos suele ocurrir, siempre queremos gastarnos la pasta en menos de media hora ¿A qué voy con todo esto? A que justo al lado de las oficinas de la superpseudoaspiradora con forma de cthonian, descubrí en un escaparate una caja con un nombre que me sonaba familiar... Dungeons & Dragons. No lo podía creer. Era inaudito. Esa tienda llevaba años de años allí y yo nunca la había visto. Después de restregar mi cara dejando la habitual marca de babas en el escaparate, entré a la tienda. Todo era caro. Pero era un paraíso: Shadowrun, Robotech, Battletech y Mechwarrior, Vampiro... Y AHÍ ESTABA....STAR WARS. El sueño de mi vida, la ambrosía de mi infancia... Pero preguntó por él y me dicen "Eeeeh pero necesitas un libro básico... y está agotado". Cagonlaleshe. Mi gozo en un pozo. Pero yo, como todo un novato, pregunté qué más juegos había (teniendo como 4 estanterías sólo de rol). Nada me convenció y el D&D muy caro, no llegaban mis ahorros para la puñetera caja. Pero el chico me dijo que iba a haber una feria del libro en a que ellos tendrían un stand. Que fuera allá porque habría material nuevo y posiblemente a mejor precio.
Yo me aseguré de tener suficiente pasta, así que convencí a mi amigo Héctor (si el me convirtió en el friki de los juegos de ordenador, yo lo convertí en el de rol) para que fueramos a medias con algún juego; luego, guiado por unos compañeros de la universidad (de los que me enteré que eran roleros veteranos después de haber estudiado juntos casi 2 años) fuimos a la dichosa feria del libro. Recuerdo haber visto en el stand a un viciado con la cabeza afeitada, gordo y cuyo nombre es CUCHO (te suena arcanito?) jugando Doom mientras otros de sus esbirros atendian. Pregunté por el D&D, pero hubo algo magnético no se qué fue, que me hizo pensar en que el terror me llamaría más la atención. Fue un impulso raro, pudo haber sido la mismisima llamada de Cthulhu, pero fui directo a ese libro. Y así obtuve mi primer juego de rol (sin tener ni p... idea de como jugar, aparte, porque mis amigos de la universidad no me explicaron ni jota) Bueno, pero para concluir (mejor ¿no? Que nos van a dar las uvas... del 2009), cuando salíamos de la feria, comencé a pensar..."de qué me suena el nombre cthulhu?"... y cai en cuenta que Cthulhu era ese inexplicable nombre que salía en un misterioso libro del Alone in the dark. Así entró Lovecraft y cthulhu a mi vida.
Y solo como dato adicional, lo primero que lei de HPL fue El Horror de Dunwich. Lo segundo Dagon.
Y eso es todo por ahora. Saludos desde las húmedas, sofocantes y brumosas tierras de la antigua Nueva Amsterdam