Confesión: Los cultistas también lloran

Toda una vida. Esa es la ventaja que nos da esa perra de sonrisa calcárea antes de darnos el beso que despide la vida. Nos sabe indefensos y deja que agonicemos durante años. No es justo. No existe la Justicia. Tan sólo Ella, nada más que Ella.

Muerte inmisericorde y omnipresente, vestida con hilo de noche, te ríes de nosotros, débiles cultistas, y nos igualas a plantas e insectos. Te burlas de nuestro orgullo y adoptas nuestra forma desnuda de carne y sangre. “Esto es lo que sois, no juguéis a ser Dios” pareces decirnos. Y yo... yo...

Te amo.


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