Un pequeño legado (I)

De manera casi mecánica, Wendell continuó con su ritual diario y, al entrar en la sala grande, saludó con una inclinación de cabeza al retrato de su abuelo que presidía solemnemente la estancia desde la parte superior de la chimenea, cuyo hogar se encontraba encendido en un fútil intento de caldear la casa ante el frío reinante en el exterior. Frotándose las manos y lleno de energía a pesar de la larga noche, el joven se sentó a la mesa donde le esperaba humeante el café recién hecho de Mildred junto con una jarra de leche, unos bollos recién horneados, mantequilla, mermelada y lo que más deseaba ver ese día, el Arkham News. Tras una rápida ojeada a la portada buscó nervioso la página de Sociedad, donde aparecía un grupo de noticias que ese día prometían ser muy interesantes: los obituarios.

Dos nombres aparecían impresos ese día. El primero era el del canónigo de la catedral de Boston, hombre muy anciano al que Wendell conoció una década atrás, en el funeral de su madre. No volvió a ver hasta hacía unos tres años, en el de su padre, y, por último, se entrevistó con él unos días atrás. Esperaba que no hubiera sido por culpa suya. El segundo nombre lo leyó con una sonrisa al comprobar que era la persona que deseaba ver en esa página, la que tanto había le hecho sufrir y pelear para conseguir lo que le pertenecía por derecho.

Christopher era mayor que él pero no era más que un bastardo, fruto de una lamentable aventura de su progenitor. Desafortunadamente compartían un padre común y, por un estúpido sentimiento de culpabilidad, este lo había reconocido públicamente poco antes de que la enfermedad que lo atenazaba se lo llevara. Su hermanastro se abalanzó sobre la herencia como un perro de presa. Lo que Wendell aún no entendía era de dónde había sacado el dinero para contratar nada más y nada menos que a los letrados Howards y Samuelson. Más aún, le sorprendía cómo, teniendo los recursos suficientes para contratarlos, le interesaba tanto robarle el pequeño patrimonio que había dejado sin testamentar su predecesor, pues, probablemente, Christopher se había gastado prácticamente la misma cantidad para hacerse con sus servicios.

Sin embargo, él sólo quería lo que le correspondía como miembro legítimo de la familia, él no era un intruso o un advenedizo. Durante el juicio no pudo hacer frente a esos dos colosos de las leyes a pesar de que Wendell estaba reconocido como un buen abogado. Sabía de antemano que tenía pocas opciones, como se demostró. Ambos rompieron sus argumentos con una facilidad pasmosa, ambos se rieron de él, ambos pusieron al público en su contra, ambos le humillaron... Ambos morirían como lo había hecho su hermanastro.

1 lectores en Miskatonic:

  1. Camilo dijo...:

    Como siempre, nos dejas esperando más contenidos, joven Erudito.

 
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