Es martes ya, y hemos tenido un largo receso en nuestras actividades sectarias para dedicarnos a tareas más mundanas, con el consecuente abandono de estos parajes ocultistas. Lo cual es, como poco, imperdonable. Ya nos encargaremos de azotarnos mutuamente en el club de sadomaso...
Y volviendo a temas menos escabrosos, pero más terroríficos, nos encontramos con el segundo filme que acudió a la estética lovecraftiana para envolver de miedo a los espectadores del cine de Hollywood. Se trata de la cinta Die, Monster, Die!, del director Daniel Haller, a quien mencionaremos en entradas posteriores porque de tanto acercarse a los Mitos de Cthulhu su mente fue perdiendo poco a poco el apego por la realidad, hasta terminar convertido en un director de series de televisión que pulieron nuestra infancia. Pero me estoy alejando del tema.
Con este nombre tan espeluznante, ¡Muere, Monstruo, Muere! fue una producción de bajo coste que intentó basarse en un conocido relato de H.P. Lovecraft: The Colour Out of Space (mal traducido de varias formas al español: El Color que Cayó del Cielo o El Color de Más Allá del Espacio, el texto puede leerse aquí). Nuestro querido escritor de Providence de nuevo se ve malamente representado en el guión de esta película, aunque por primera vez figura su nombre en los carteles (y no el de otro escritor, como sucedió antes.)
Además, otro de los grandes del cine de terror toma parte en este título. Se trata, nada más y nada menos, de William Henry Pratt. ¿No lo conocen? Pues tal vez les suene más su nombre artístico: Boris Karloff, el hombre cuyo rostro surcado de cicatrices es, por antonomasia, el retrato del monstruo de Frankenstein.
También en plena decadencia, como otros tantos actores del cine de terror de los años treinta, Karloff tuvo una última oportunidad de brillar en el celuloide gracias a la proliferación de cintas como ésta: pocos actores, decorados reciclados y un guión más bien barato. Si se hubieran ceñido a la historia original de Lovecraft, tal vez hubieran podido sacar un mejor resultado. Pero el destino de sus obras en la gran meca del cine estaba escrito, como iremos explorando poco a poco en estas reseñas.
Traducida al español como El Monstruo del Terror, la película cuenta la historia de Nahum Withley (Nahum Gardner en el relato original), un científico (un agricultor) que descubre una roca caída del cielo. Hasta aquí llegan las pocas similitudes con el texto. El contacto con el meteorito convertirá Nahum en un ser de extraños y mortales poderes que transformará la vida de quienes lo rodean: su esposa, su hija, su sirvienta y su mayordomo. Ambientada en una lóbrega mansión, la cinta transcurre llena de clichés poco sorprendentes, y bastante alejados de lo que Lovecraft quería contar. A esta casa maldita llegará un galán de poca monta (Nick Adams, compañero de reparto de James Dean en Rebelde Sin Causa, y muerto por sobredosis de drogas cinco años después de rodar esta película) quien salvará a la damisela en apuros y ayudará a acabar con el mal que se ha apoderado de esta familia de Arkham.
Ups, me parece que ya les conté el final. Pero sólo por una razón: ni siquiera siendo devoto del cine de terror de bajo presupuesto, ni siendo nieto del director que fabricó esta chapuza, ni habiendo puesto dinero para producirla, vale la pena verla entera. Tal vez la recomiendo para quienes deseen apreciar una de las últimas caracterizaciones de Boris Karloff, a quien ya le quedaba poco en este mundo. No sabemos si es mejor que hubiera fallecido antes de hacer estas desdichadas películas, o si con su muerte se salvó de protagonizar más escenas como la de este anuncio.
¡Muahahaha, nadie puede destruir mi fuente de fuego eterno! Ya sabemos que los malos guionistas tendrán el mismo castigo que los malos publicistas en la edición revisada del infierno de Dante: horas y horas ininterrumpidas de depilación anal que nunca termina.
Y volviendo a temas menos escabrosos, pero más terroríficos, nos encontramos con el segundo filme que acudió a la estética lovecraftiana para envolver de miedo a los espectadores del cine de Hollywood. Se trata de la cinta Die, Monster, Die!, del director Daniel Haller, a quien mencionaremos en entradas posteriores porque de tanto acercarse a los Mitos de Cthulhu su mente fue perdiendo poco a poco el apego por la realidad, hasta terminar convertido en un director de series de televisión que pulieron nuestra infancia. Pero me estoy alejando del tema.
Con este nombre tan espeluznante, ¡Muere, Monstruo, Muere! fue una producción de bajo coste que intentó basarse en un conocido relato de H.P. Lovecraft: The Colour Out of Space (mal traducido de varias formas al español: El Color que Cayó del Cielo o El Color de Más Allá del Espacio, el texto puede leerse aquí). Nuestro querido escritor de Providence de nuevo se ve malamente representado en el guión de esta película, aunque por primera vez figura su nombre en los carteles (y no el de otro escritor, como sucedió antes.)
Además, otro de los grandes del cine de terror toma parte en este título. Se trata, nada más y nada menos, de William Henry Pratt. ¿No lo conocen? Pues tal vez les suene más su nombre artístico: Boris Karloff, el hombre cuyo rostro surcado de cicatrices es, por antonomasia, el retrato del monstruo de Frankenstein.
También en plena decadencia, como otros tantos actores del cine de terror de los años treinta, Karloff tuvo una última oportunidad de brillar en el celuloide gracias a la proliferación de cintas como ésta: pocos actores, decorados reciclados y un guión más bien barato. Si se hubieran ceñido a la historia original de Lovecraft, tal vez hubieran podido sacar un mejor resultado. Pero el destino de sus obras en la gran meca del cine estaba escrito, como iremos explorando poco a poco en estas reseñas.
Traducida al español como El Monstruo del Terror, la película cuenta la historia de Nahum Withley (Nahum Gardner en el relato original), un científico (un agricultor) que descubre una roca caída del cielo. Hasta aquí llegan las pocas similitudes con el texto. El contacto con el meteorito convertirá Nahum en un ser de extraños y mortales poderes que transformará la vida de quienes lo rodean: su esposa, su hija, su sirvienta y su mayordomo. Ambientada en una lóbrega mansión, la cinta transcurre llena de clichés poco sorprendentes, y bastante alejados de lo que Lovecraft quería contar. A esta casa maldita llegará un galán de poca monta (Nick Adams, compañero de reparto de James Dean en Rebelde Sin Causa, y muerto por sobredosis de drogas cinco años después de rodar esta película) quien salvará a la damisela en apuros y ayudará a acabar con el mal que se ha apoderado de esta familia de Arkham.
Ups, me parece que ya les conté el final. Pero sólo por una razón: ni siquiera siendo devoto del cine de terror de bajo presupuesto, ni siendo nieto del director que fabricó esta chapuza, ni habiendo puesto dinero para producirla, vale la pena verla entera. Tal vez la recomiendo para quienes deseen apreciar una de las últimas caracterizaciones de Boris Karloff, a quien ya le quedaba poco en este mundo. No sabemos si es mejor que hubiera fallecido antes de hacer estas desdichadas películas, o si con su muerte se salvó de protagonizar más escenas como la de este anuncio.
¡Muahahaha, nadie puede destruir mi fuente de fuego eterno! Ya sabemos que los malos guionistas tendrán el mismo castigo que los malos publicistas en la edición revisada del infierno de Dante: horas y horas ininterrumpidas de depilación anal que nunca termina.
esta frikada es de obligado visionado!!