Con mucha consternación y muy turbado por la presencia de esta imagen, procedí a dejar constancia de sus implicaciones. En mí estaba presente el miedo a verme observado por ojos saltones y miradas malignas de esos seres de andar encorvado y cuellos ocultos por bufandas, ropajes que utilizan para no revelar las terribles branquias que los convierten en seres abominables para la raza humana.
Tras la revelación que despejó las brumas de mi entendimiento, decidí de forma valiente continuar mi investigación en Porto, un sitio con más probabilidades de encontrar pistas de la presencia de aquellos profundos. Allí fui perseguido por las brumas y mis caminos fueron trastornados por la magia malvada del mar, que poco muy poco consiguió hacerme perder entre las calles más ocultas de aquella vieja ciudad. Pero eso es otra historia.
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