El puerto de Sète, al sur de Francia, era un pequeño pueblo de pescadores que fue creciendo hasta convertirse en un importante centro urbano y comercial. Pero siempre conservó el recuerdo de un pasado en el que sus bravos marinos luchaban contra las inclemencias del mar.
En su recuerdo, un gigantesco pulpo de bronce domina la plaza central.
Un recuerdo de las vacaciones, donde siempre estamos atentos a cualquier referencia lovecraftiana.
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