Un pequeño legado (VI)

Unos golpes en la puerta le despertaron. No sabía cuánto había dormido pero no había servido para descansar pues las horas de sueño habían sido horas de tormento. En su mente, imágenes destructoras se agolpaban como racimos de desesperanza. Eran ataques devastadores a la propia existencia de la vida. Entidades amorfas le abrazaban como amantes, ansiosas por absorber su alma y devorar su cuerpo. Entre los velos de su memoria dientes mellados desgarraban carne y ojos etéreos y sin pupila escrutaban su espíritu agonizante. Un escalofrío le hizo encogerse mientras se incorporaba. Nuevos golpes en la puerta retumbaron en su cerebro como un gong titánico que le hizo apretarse las sienes. Finalmente consiguió emerger del foso en el que se hallaba y centrar su atención en la realidad más allá de la breve muerte que es el sueño. Con un ahogado “¿quién es?” respondió a la llamada. Su ama de llaves le comunicó que se acercaba la hora de la comida. Wendell calculó entonces que había estado durmiendo más de diez horas.

Tras bañarse, cambiarse la ropa y comer, fue a su estudio a decidir qué hacer a continuación tras su descubrimiento de la noche. Le costaba concentrarse por la falta de descanso y los recuerdos aciagos de sus sueños pero, ante todo, por temor a que bien su hermano o la policía se presentaran en su casa por el allanamiento de la noche anterior. Aun así, llegó a la conclusión de que necesitaba más información. Lo descubierto en el libro había resultado devastador. Las sangrientas descripciones aún le hacían temblar. Sin embargo, no sabía a qué atenerse, por lo que era perentorio encontrar más datos para definir el curso de acción más adecuado. Christopher, su hermanastro. Realmente qué sabía de él. Compartían un padre pero ¿quién era su madre? Sí, ese sería un buen comienzo. En ese momento tan solo sabía que era oriundo de Boston y, tras reconocerlo su padre de manera pública, habría sido necesario hacer algún tipo de anotación en su partida de nacimiento. No iba a resultarle especialmente difícil localizar el nombre de esa zorra que sedujo a su progenitor. Por lo que recordaba de las veces que había hablado con ese desgraciado con el que compartía media sangre, había nacido en una clínica en Boston y, teniendo en cuenta las creencias católicas de su familia y su posición social, seguro que en los registros de la catedral podía encontrar algo. Si no funcionara podía intentarlo en el Registro Civil, aunque la burocracia retrasaría su búsqueda.

Tras una buena comida y un buen baño, durante los que no recibió ninguna visita de las autoridades, arregló algún pequeño asunto urgente de su trabajo y ordenó que le prepararan el equipaje para desplazarse a Boston. Había visto un par de veces al canónigo principal, era un hombre bastante precavido por lo que tendría que convencerle. Afortunadamente aún tenía los recursos principales para abrir la mayoría de las puertas: la palabra y la moneda. Si no conseguía convencerle, intentaría sobornarle. Llamó a un hotel e hizo una reserva.

2 lectores en Miskatonic:

  1. Anónimo dijo...:

    ¡La investigación se pone en marcha!

  1. Carlos dijo...:

    Me he leído hoy todas las partes seguidas y el relato me está encantando. ¡Más, más!

 
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