111 dentelladas

1.897. Londres, capital del mundo, al menos del llamado hemisferio occidental. Tras una gestación de unos tres años, ve la luz una obra rompedora para la época: Drácula.

¿Por qué digo rompedora? Por un motivo principalmente: es de las primeras obras en recuperar el formato epistolar, más en boga el siglo XVIII y, tal vez, principios de XIX. Lo más seguro es que sea la primera así dentro del género de terror. No cae en el destripamiento aséptico y clínico de Poe ni en el ripio rebuscado del Wilde y su Retrato. Curiosamente, ese año de la publicación se cumplían también las bodas de plata de la que es su inspiración -reconocido por el propio Bram Stoker-: Carmilla, de Sheridan Le Fanu.

Comparándolo con otros autores, se centra mucho más en los personajes que en el ambiente. La opresión se produce por la introspección psicológica a pesar de caer en estereotipos victorianos, sobre todo en los personajes femeninos (Mina y Lucy) cuyas bondades son reflejadas por su corrección (en el caso de Lucy) o por la atribución de valores "masculinos" (caso de Mina).

Resultan llamativos los toques de humor, que no se presentan en las obras de sus coetáneos, quizá exceptuando a Wilde (tengo un amigo que lo llama "la maquinita de hacer frases"). Este humor está representado sobre todo en la figura del doctor Van Helsing y sus dificultades con el idioma.

Si hablamos de Drácula, es inevitable hablar de sus numerosas adaptaciones cinamatográficas. Tras leer la novela, me llamó la atención que, en términos psicológicos, el Drácula de la Hammer -inolvidables Christopher Lee y Peter Cushing- se parece mucho más al de Stoker que la versión de Coppola. Motivo: ¿de dónde demonios han sacado la parte romántica de Vlad Dracul? En ningún momento de la novela existe atracción alguna entre la señora de Jonahtan Harker y el conde de más allá del bosque (osease Trans-silvania). Drácula es, por decirlo brevemente, un tanto hijoputa. En la obra también se destila un fuerte erotismo en algún momento, por ejemplo con las tres vampiresas (en claro homenaje a las tres brujas de Macbeth y sus regalos) o, aunque hay que fijarse en un párrafo concreto, cuando Arthur Holmwood mata a su prometida Lucy Westenra. Dicho párrafo que empieza algo así como (lo digo de memoria así que cualquier parecido con la obra, etc, etc.): "el fuerte brazo subía y bajaba mientras la estaca penetraba en la joven [...]". Esta mezcla de Eros y Tánathos es solo una muestra de la habilidad de Stoker para jugar con el lector.

Sin embargo, la maestría del autor se muestra ante todo en su némesis. En el vástago que ha acabado devorando al padre desde el mismo momento en que vio la luz para todo el público londinense. Este año se cumplen 111 dentelladas desde su no-muerte. Un personaje que casi no aparece en la novela y que, sin embargo, define todas las acciones que en la misma suceden. Esa es la máxima grandeza de esta obra.

Siempre nos encontraremos con los "intelectualoides" que denosten esta novela por el mero hecho del género en que navega. No les hagáis caso. Jamás alcanzarán su maestría.

Los que no la hayáis leído, hacedlo. No os arrepentiréis.
PD: ¿Alguno ha jugado a "In nomine..." y ha sacado 111?

4 lectores en Miskatonic:

  1. Anónimo dijo...:

    Mi querido erudito, me temo que la novela epistolar era un género largamente consolidado para finales del XIX, de hecho fue muy popular durante el XVIII. Por poner dos ejemplos, la novela "Las Amistades Peligrosas" es más de un siglo anterior a Drácula y es una novela epistolar, así como las "Cartas Marruecas" de Cadalso.

    Eso no quita, por supuesto, que Drácula es una de las mejores obras de terror en formato epistolar, aunque desde luego tampoco la primera. Frankenstein es principios de siglo, y también es una novela epistolar contada principalmente a través de cartas y diarios.

    Más en http://es.wikipedia.org/wiki/Novela_epistolar

  1. Camilo dijo...:

    Muy cierto lo de la novela epistolar. A mí lo que más me gusta de la novela es el primer capítulo, El Invitado de Drácula, un relato introductorio que originalmente fue escrito aparte, y que tiene un ritmo narrativo diferente, más ágil.

  1. El Erudito dijo...:

    Multimaníaco: al Frankenstein de Shelley le dedicaré una entrada posteriormente con especial dedicación a su gestación y el mito de "solo en una noche". Por otro lado, he de rebatir tu argumento aunque entonando un mea culpa por delante: Hay una frase incompleta en mi texto y es la que creo que origina tu comentario. Drácula no es de las primeras obras en formato espistolar sino que es de las primeras en RECUPERAR el formato epistolar, mucho más en boga en el siglo XVIII (como señala uno de tus ejemplos), especialmente en las novelas de divertimento cortesano en Francia.
    En el XIX, la presencia del narrador omnisciente es una de la características primordiales de la novela decimonónica. Por otro lado, y volviendo al moderno Prometeo, esta no está considerada como tal formato epistolar sino una narración en primera persona -lo que en esa época tampoco era especialmente habitual-.
    Corregiré mi error y gracias por señalarlo.

  1. El Erudito dijo...:

    El "rebatir" de mi comentario anterior va así, entrecomillado.

 
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